lunes, 4 de julio de 2011

Observaba el atarceder en el horizonte cuando vi aparecer a aquella embarcación, mi corazón dio un vuelco y me apresuré al acantilado lo más rápido que mis pies me permitieron, me sentía ligera, llena de gozo, la cabeza llena de sueños nuevos y el corazón, mi corazón lleno de amor...

Hace tanto tiempo que te marchaste a la guerra prometiéndome volver cuando el cielo y el mar se tornaran rojos que creí que ese día no llegaría, a la orilla del acantilado contemplaba a ambos hablarse al oído, vi al mar sonrojarse, vi al cielo cambiar de ese azul intenso a un rojo fuego, vi a tu drakkar navegar lenta y pausadamente, como quien no tiene prisa.

Me consumía la emoción y el deseo, por fin estaríamos de nuevo juntos, platicaríamos hasta el amanecer, caminaríamos por esa nuestra playa, nos amaríamos con el mar y el cielo como testigos mudos de ese amor que tan puro nos acompañaba desde hace ya varias vidas, mi cuerpo no podía contener tanta dicha, sentía que flotaba a tu encuentro, entonaba aquellas melodías de victorias en batalla que me habías enseñado antes de partir, me dirigía a tu encuentro llena de esperanzas y sueños.

Descendí del acantilado a la playa y te vi, majestuoso con fuego en tu mirada, ese fuego que sólo los vencedores de una guerra y los amantes suelen tener al encontrar a su amada esperándolos y entonando las hazañas de una guerra terminada... Y justo cuando te acercabas vi tu resplandor, Su resplandor y supe que Ella te había bendecido y te había llevado a casa, a mi lado.

Descendiste de tu nave y no pude contener mi emoción y me dirigí corriendo a ti y al tenerte cerca, con respeto, hice una reverencia:

-Oh Señor Mío, gracias a Diosa te tengo de vuelta, he entonado los cantos rúnicos y he encontrado tu presencia en el azul del cielo, en el calor del sol, en el silencio de la noche, en la fría luz de la luna, en el inmenso abrazo del mar, en la majestuosidad de las gaviotas que vuelan tan lejos de esta playa; mi Señor, hace tantas lunas que espero tu regreso que este momento me parece un sueño pero ante ti estoy, reverenciando tu grandeza y tu sabiduría que a partir de hoy nunca me faltaran...

Y así, nos tomamos de la mano, acercaste mi cuerpo al tuyo, sentí tu respiración tan cerca y me besaste, con el mar y el cielo de testigos y una tímida luna silenciosa contemplándonos como los Dioses que éramos de esas verdes tierras.

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