sábado, 25 de junio de 2011

Desperté con ese sonido de palmas amasando y el calor del fuego cerca de mi cuerpo; una primera mirada borrosa logró enfocar un refajo y un rebozo y mi mente alcanzó a reaccionar mandando la imagen de Ella asociándola con el delicioso aroma a café que salía de una olla de barro puesta en el fogón...
- Levántate que ya es hora.
- ¿Hora de qué? ¿Cuánto tiempo he estado así?
- Llevas todo el día dormida, andate que ya está el café, - dijo alcanzándome un pocillo de barro.
- Como a ti te gusta, cargado y negro como la noche. ¿Ya estás lista? Anda floja, una tortillita pa'que agarres fuerzas.
Me incorporé del petate, tomé el taco y el café, ambos me volvieron de golpe la vida al cuerpo espantando aquellas cosas que depredaban a mi alrededor.
- Cambié las flores del jarrón, las que tenías estaban ya muy marchitas, - exclamó con aquella voz firme que sabe como regañar sin que te sientas.
- ¿A dónde iremos hoy?, pregunté.
- ¿Cómo que a dónde? Hasta pareces nueva con esas preguntas, vamos al temazcal pa'que te cures, pa'que llores todas esas penas que traes que hacen que andes a medias y de ahí nos vamos derechito al mercado, así que ya no atrases y pa'rriba...



Ya te extrañaba Naguala, al rato nos vamos a cantarle a la Sandunga y a caminar por Donceles...

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